Sentir el sol tibio
mientras me acurruco en mi camita.
Oír los pasos de mamá
que viene a despertarme.
Hacerme la dormida
sólo para que ella me despierte
con un besito.
Decirlo que no quiero
levantarme todavía
para que me haga cosquillas.
Amada infancia,
añorada inocencia.
Otoño de Punta Alta.
Y al mediodía,
mamá cocinando
y enseñándome a escribir
mi nombre,
mientras esperamos a papá.
¡Cuánta dulzura!
¡Cuánto amor!
Amada infancia,
añorada inocencia.
Otoño de mi Punta Alta.
Yo quiero regresar a mi San Nicolás... pero comprendí que no existe el regreso.
ResponderEliminarEs muy triste no volver. Por eso mi mente se ocupa de regresarme cuando quiero. Nada impide esos regresos!
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