martes, 15 de septiembre de 2020

LA MALDICIÓN DE LA ROSA AZUL

 

No es igual a las otras. Ella lo sabe y, un poco, le duele. Sabe que es una rosa, con una fragancia sutil, rica, delicada.

Su color es llamativo. Quizá por eso, hay otras rosas que no la entienden, no la aceptan. ¡Las rosas son rosas, rojas, amarillas, blancas! ¡Pero no azules! ¡Ese no es color para las rosas!

Azul… azul pasión. Azul lealtad. Azul marino. Azul energético. Azul simétrico. ¡Hasta azul Sabina! Azul… siempre azul.

Una rosa azul es un sueño, un delirio, una utopía. La rosa azul lo sabe. Quizá por eso, acepta ser diferente en un mundo homogéneo, tratando de pasar lo más desapercibida posible. Acepta vivir sabiendo que sus pensamientos son profundos, aunque nunca los comparta; que sus sentimientos son especiales, aunque nunca, nadie, los acepte.

Al fin y al cabo, como dijo El Principito, una rosa es una rosa.

sábado, 21 de marzo de 2020

Diario de cuarentena


Sábado 21 de marzo, 20:15

Es el día seis del aislamiento y el segundo del aislamiento total. Hago lo mejor que puedo en estas circunstancias: salgo una sola vez al día para hacer compras (las mías y las de mi hermana que tiene a tres personas de riesgo); trabajo desde casa (doy clases vía internet: ese es otro capítulo); ya limpié toda la casa (no sé qué más puedo limpiar. Si hasta desalojé a todas las arañas de casa. Tal vez quede alguna en el porche de entrada, pero de mañana no pasa).
Me falta hacer ejercicio, eso sí. Y cortar el pasto (como me da mucha fiaca, siempre lo voy pateando. Otra vez, de mañana no pasa).
Lo que sí, tengo tiempo libre para pensar. Si antes pensar demasiado fue mi problema, calculá ahora.  Y llegué a algunas conclusiones, conociendo a esta humanidad:
1-       Cuando lleguemos a fin de año, conoceremos la estadística de divorcios. Es decir, luego de tanta convivencia 24/7, habrá matrimonios que se darán cuenta de que no se aguantan más. Y, sí.
2-       Cuando lleguemos a fin de año, conoceremos las estadísticas de nacimientos. Habrá un baby boom tipo noviembre – diciembre. Y ojalá no se le pongan nombres como “Corona virus” o “Covid”, porque sería el colmo.
3-       Cuando todos volvamos a la normalidad, es decir, volvamos a nuestros trabajos presenciales, nos daremos cuenta de lo que engordamos en la cuarentena. Estamos todo el día en casa y entre un mate y otro, le entramos a los biscochos. También tenemos más tiempo para cocinar (tengo, primera persona del singular, porque siempre cocino a las apuradas). Ahora, la comida me sale más rica. Encima no estoy entrenando… mal nos veo (Sí. Ví que cambio el vocativo a cada rato, pero esto es catarsis y digo “nos” porque “mal de muchos”… es mi consuelo).
4- Nadie lo dice, pero ¿se dieron cuenta de que los docentes se acomodaron a la situación casi de inmediato? Yo, por mi parte, ya dí clases vía internet. Creo que hay un antes y un después de esto. Ya se está demostrando que las clases no necesitan ser 100% presenciales. Y estuvimos al pie del cañón para oodernizarnos. Por lo menos esa es mi percepción. Si hasta creé un canal de youtube exclusivo para dar clases desde mi casa (donde monté un pequeño y humilde estudio de grabación) para grabar las explicaciones necesarias. Y pienso sacarle el jugo en estos días de aislamiento.
Creo, sinceramente, que este virus nos trae mucho miedo, es una crisis, pero como crisis también nos dá oportunidades. Hay que saber aprovecharlas, eso sí, sin salir de casa.

lunes, 29 de julio de 2019

Palabras que no tienen vuelta


Dicen que a las palabras se las lleva el viento. Puede ser. Pero hay algunas que se quedan en lo más profundo de tu memoria. Son de esas que te mueven los cimientos. Después de ellas, tu vida no puede ser igual.
                                                                                *
Era una tarde de diciembre. Faltaba muy poco para Navidad. Se conocían desde la escuela primaria aunque no habían sido muy amigos.
Por diferentes actividades en común se reencontraron después de varios años. Esa tarde, como otras, iban a tomar algo fresco.
La atracción del uno por el otro era evidente. Se vieron en varias ocasiones, hablaban de diferentes temas y se reían juntos. Y ese día, él, sin anestesia, dijo:
-          Te quiero.
-          Yo también.
Y sus vidas cambiaron para siempre.
                                                                                *
Ella no podía creer lo que vio. Pensaba que era una pesadilla. Mientras se sentía atontada por los hechos, él repetía:
-          ¡Perdonáme! No significó nada. ¡Creéme, por favor!
Y la miraba con cara de compungido esperando de ella una palabra o un gesto que lo salvara de la culpa que le mordía el cerebro.
Ella tomó su tiempo, y finalmente dijo:
-          Yo te perdono.
Y cuando lo dijo fue de verdad, aunque no sabía que aquella imagen la acompañaría cada día de su vida.
                                                                                *
Sus vidas estaban hechas. Cada cual con su familia. Hacía demasiado tiempo que no sabían nada el uno del otro. Pero cuando se reencontraron, por pura casualidad, recordaron que, a pesar de su circunstancia amorosa fallida habían sido buenos amigos. Y charlaron en un bar con la tranquilidad de conocer al otro perfectamente.
Se contaron lo que habían sido sus vidas. Ella se había casado con aquel joven que él odiaba. Y él con una chica y ya tenía dos hijos.
Ninguno quería que el tiempo avanzara, que terminara la charla porque había que decir adiós.  Pero las tazas de café pasaron y cada uno debía volver con los suyos. Ella se despidió contenta pensando en lo entrañable de esa amistad.
Él se despidió con un beso y diciendo en su oído:
-          Nunca dejé de amarte.
*
Ella sentía que las cosas no estaban bien. Pensaba que la situación económica era la causante.
Se preocupaba por él. Tenía mucho miedo porque lo veía deprimido. Aunque a la vez era optimista respecto del futuro. Siempre que hubo problemas pudieron solucionarlos. ¡Hacía veinte años que estaban juntos!
Así que cuando él habló, ella sintió que el piso bajo sus pies se esfumaba y que el planeta se rompía en pedazos pequeños. Estuvo un momento sin reaccionar porque nunca se había preparado para esas palabras:
-          Ya no puedo vivir más con vos. Me voy. No sé si alguna vez te amé.
*
Palabras. Las que se dicen livianamente. O se las dice para que calen en el alma.
Y allí están, soporte de sentimientos que se concretan como parte de nuestras vidas.
Palabras que cuando se sueltan no tienen vuelta.

martes, 22 de mayo de 2018

MAYO


Los ruidos constantes marcan
el incesante trabajo matinal.
Hombres fuertes y sudorosos
están golpeando metales
en su infatigable afán
de convertir al verde
en gris cemento.
(Cosas ineludibles del progreso).

El sol me abraza
con su timidez de mayo,
así que estoy a gusto.
Ni siquiera parece
que la madrugada fue helada.
(Ventajas de vivir en estas latitudes).

Un muchacho joven y pelilargo
con amabilidad y simpatía,
me acerca el café solicitado.
¡Qué buena idea,
la de este Dios americano,
de regalarnos este fruto
que estimula mañanas insoportables
 con tan rico aroma y sabor!
(Aunque digan que no es tan sano).

Llevo minutos sentada
al sol disfrutando lo que tengo.
Hoy tengo tiempo de pensar
en las tonterías serias
en las que nunca tengo
tiempo de pensar.
(Afanes de la vida pos posmoderna).

Y lo que parecía ser
una apática mañana
sin maquillaje ni perfume
se convierte
en nuevos amigos 
y compartidos momentos.
(Ventajas del tiempo libre).

domingo, 18 de febrero de 2018

LAS DUDAS


¿Cómo llegué hasta aquí?
¿Quién me trajo?
Abro los ojos y estoy en este lugar
y no estoy segura que sea el correcto.

¿Dónde están mis alas y mi pasaporte al universo
y el olor de mi sudor con perfume de rosas?
¿Qué es esto bajo y redondo que veo en el espejo?
¿Dónde está mi melena hermosa y mi cuerpo espigado?
¿Qué pasó con las mañanas soleadas que me corresponden?
¿Qué hay de la riqueza que tendría a disposición
para cumplir mis pequeños sueños?
¿Dónde registro todas las quejas?
¿Quién me va a responder?
¿Dónde está el mundo que tenía que comer a mordidas?

¿A quién le digo de todas las veces que me mintieron?
¿Quién los va a castigar por herirme?
¿Dónde hay un calmante?
¿Quién me limpia las heridas infectadas?
¿Quién se ocupa de esos criminales perfectos que habitan este redondel azul?
¿A qué cárcel los mandarán a purgar qué condena?

Son tantos los sueños que se me esfumaron
sin permiso y sin compasión…
De pronto siento que en este mundo
solamente estoy sobreviviendo.

jueves, 2 de febrero de 2017

Rosario

La Abuela Rosario era una mujer de tradiciones largas, como sus faldas. Llevó luto por mi abuelo por unos 25 años.
Recuerdo nítidamente sus manos que tantas veces me acercaron la taza enlozada con mate cocido en aquellos domingos compartidos con el Barreraje.  Estaban surcadas por el trabajo en la cocina, en el jardín, en el lavadero: en la vida. Hoy quisiera besar esas manos curtidas. Las mías no se le parecen y hasta lo lamento.
En lo que me parezco es en la cabellera gris entrecana que luzco con orgullo. Jamás una tintura tocó su magna cabeza. Así de sincera fue mi Abuela.
Su jardín contaba con macetas de lo más variado. Tenía latas, pavas, ollas… Cualquier recipiente que se rompiera terminaba sus días como maceta.
Las plantas aromáticas, las suculentas y los cactus, creo, eran sus favoritos. Aunque también tenía flores hermosas.
El mate que preparaba tenía esos yuyos y ella sabía para qué servía cada uno. Yo no puedo tomar esos mates. Ya no son los que ella preparaba.
Mi Abuela era sabia. Decía cosas importantes. Pero también sabía divertirse. La recuerdo con su sonrisa pícara cuando alguno de sus hijos contaba algo gracioso. ¡Y su risa, que la estremecía toda, me hacía reír a mí!
Crió a muchos hijos. ¡Muchos!  Adoptó a nueras y yernos y aceptó a los nietos. En mi vida tuve algunos privilegios: ser su nieta primogénita y que mi primer nombre sea el suyo: Rosario.

Nosotros, los nietos mayores tuvimos el privilegio de verla y de compartir momentos valiosos con ella. Hoy, a la distancia, noto con dolor que tal vez podría haber sido mejor nieta y haberla disfrutado más. No hay que dar por sentados los privilegios o bendiciones que tenemos. Hoy, que ya no está, sé lo valiosa que era para nosotros.

martes, 25 de octubre de 2016

Lo que duele

Otra vez enferma. Otra vez no tengo voz. Parece que es una alergia a algo.
Dicen que el cuerpo manifiesta lo que nos hace sufrir. Y Marcela sostiene la teoría de que nos morimos de lo que más usamos.
Yo comienzo a pensar que mi voz se apaga porque no digo cosas que tengo que decir. Así que temo que tenga que empezar a soltar mis secretos, mis sentimientos secretos. Los buenos y los malos.
Y me pregunto si todo esto es verdad. Si tengo que decirle que me dolió lo que hizo aquel hombre. Si tengo que decirle que aún siento que fue el amor de mi vida. Si tengo que insultar a esa chica. O si tengo que decirle a él que me interesa mucho.
Ya no sé. Con esta teoría debo tener los pulmones llenos de palabras. Algunas son dardos venenosos, otras son caramelos. Y mis dientes las refrenan siempre. Y mi corazón, que todavía tiene los clavos encarnados, ya no tiene sangre. Y mi estómago, debe tener una, tal vez, dos mariposas que de vez en cuando revolotean.
Mi tráquea es un túnel oscuro que solo colabora a la no comunicación. Mis piernas se estancaron cuando debían haber corrido escapando. Mis brazos se cruzaron cuando debieron dar una bofetada. Y mis ojos se cerraron muchas noches deseando no ver el día siguiente.

Imagino que todo eso debe tener consecuencias.