martes, 25 de octubre de 2016

Lo que duele

Otra vez enferma. Otra vez no tengo voz. Parece que es una alergia a algo.
Dicen que el cuerpo manifiesta lo que nos hace sufrir. Y Marcela sostiene la teoría de que nos morimos de lo que más usamos.
Yo comienzo a pensar que mi voz se apaga porque no digo cosas que tengo que decir. Así que temo que tenga que empezar a soltar mis secretos, mis sentimientos secretos. Los buenos y los malos.
Y me pregunto si todo esto es verdad. Si tengo que decirle que me dolió lo que hizo aquel hombre. Si tengo que decirle que aún siento que fue el amor de mi vida. Si tengo que insultar a esa chica. O si tengo que decirle a él que me interesa mucho.
Ya no sé. Con esta teoría debo tener los pulmones llenos de palabras. Algunas son dardos venenosos, otras son caramelos. Y mis dientes las refrenan siempre. Y mi corazón, que todavía tiene los clavos encarnados, ya no tiene sangre. Y mi estómago, debe tener una, tal vez, dos mariposas que de vez en cuando revolotean.
Mi tráquea es un túnel oscuro que solo colabora a la no comunicación. Mis piernas se estancaron cuando debían haber corrido escapando. Mis brazos se cruzaron cuando debieron dar una bofetada. Y mis ojos se cerraron muchas noches deseando no ver el día siguiente.

Imagino que todo eso debe tener consecuencias.