domingo, 21 de agosto de 2011

Vilma

             Llegó un día, después de una tormenta grande. Nadie sabe cómo, pero ahí estaba. Pasó y estaba echada más acá del portón.
            Su color es como el maíz. Su cola es un arco rígido. Aunque era cachorra, se veía que sería grande. Y lo es.
            No faltó la protesta de mamá acerca de que crecería y ya no sería ni tan juguetona ni tan amigable como ahora.
La perra hizo que t
odos le tomáramos cariño. Todos excepto mamá. Ella siempre vé las cosas por el lado práctico. Y no era práctico tener una perra grande cuando en casa viven más de veinte gatos.
Mamá dijo “o la perra o los gatos”
¡Claro! Todos amamos a nuestros gatos. Pero ¿qué hacer con la cachorra?
No había otra solución. Los gatos dormirían en el cobertizo del fondo. La perra tendría su cucha en el patio del frente.
Ya habíamos decidido adoptarla. Aunque sería mejor decir que ella nos adoptó a nosotros. Ahora enfrentábamos otra situación: ¿cómo la llamaríamos?
Pensamos muchos nombres. Es más, había un nombre por cada integrante de la familia. Finalmente, decidimos llamarla como lo hacía mamá. Su nombre sería Vilma.
Nuestra nueva mascota nos saludaba todos los días al regresar a casa, con un ladrido agudo y moviendo con fuerza su cola (y también la parte posterior de su menudo cuerpo). Otras veces, su saludo consistía en aparecer de repente y poner sus gruesas patas en mí... con lo cual, no solo dejaba sus huellas dactilares en mi ropa sino también un leve dolorcito en la boca del estómago.
Nadie tenía idea de qué raza era Vilma. Nunca nos lo habíamos preguntado. Pero un día, viendo un documental sobre perros salvajes de Australia, me pareció reconocer lo que creí un pariente lejano de nuestra perra.
Llamé a mi mamá, y presté toda mi atención a la televisión. Allí descubrimos que Vilma es una dingo, o por lo menos, una descendiente. (Vaya uno a saber cómo una dingo pudo llegar a Tucumán, y, específicamente, a mi casa). Descubrimos que esta variedad de perros, que no es una raza, vive cerca, pero no con la gente y es muy guardiana, sobre todo de sus cachorros.
Esto explica por qué, cuando las gatas de casa tienen cría, Vilma se acerca a verlos y al primer descuido de mamá gata, saca algún gatito alzándolo en su hocico y lo traslada a su cucha para cuidarlo allí.
Pero a quien mas quiere nuestra dingo es a papá. Para jugar, le golpeamos unpoquito la espalda. Entonces él grita y Vilma acude a defenderlo.
Al final, es una integrante más de nuestra familia. La queremos mucho. Evidentemente nos quiere a todos.
Estoy segura de que hoy, al regresar del trabajo a mi casa, Vilma me recibirá con su ladrido acostumbrado y meneando la cola. Espero que el saludo no sea sus patas sobre mí, porque llovió toda la mañana y abunda el barro.