domingo, 27 de marzo de 2011

La habitación de mi adolescencia

Sigo recogiendo mis pensamientos desenfocados de otras épocas. No llegaba el año 1990 y escribía ésto:

HABITACION ROSA

Estoy aquí, como siempre.
Estoy en mi rincón,
 donde soy yo,
 donde todo lo que hay es mío.
Un recuerdo de secundaria...
Un póster de Soda...
Diplomas de jardín, de primaria...
Fotos de mi niñez...
Una caricatura de Einstein...
Y un póster romántico
 con frase y todo...
Sí, es mi rincón.
Habitación rosa,
 centro del universo.
A través del rombo
de la verja de mi ventana,
una estrella, la mía,
la más brillante de todas,
 me mira y me guiña un ojo.
Si la miro fijo
 brilla con mas fuerza aún
 y viajo a ella por el espacio.
En mi pequeña biblioteca,
 mis amigos ilustres
 me abren la puerta de la imaginación
 y puedo ir por ellos yo quiera.
Un collar de flores
colgado en mi ventana,
 me recuerda esa fiesta
hawaiana de la otra noche.
Habitación rosa,
donde soñé mis fantasías
 más hermosas...
Donde lloré algún amor perdido...
Donde hablo abiertamente
 de mis secretos mas íntimos...
Donde brotan mis poesías...
Donde descanso de tantos días ajetreados...
Mi terreno, mi mundo.
Habitación rosa,
 centro del universo.

DULCE NIÑEZ

En algún momento de mi incipiente adolescencia escribí ésto. Se nota la influencia de Gustavo Cerati.

En momentos, triste y aturdida
avanzo por la vida.
Hago un alto,
no avanzo, retrocedo.
Miro atrás y me asombro,
hermosa niñez, risas de fondo.
Inocencia dulce
que ya no eres mía.
Juguetes en el suelo,
plazas sombrías.
Todo es alegría,
ya no hay problemas,
tardes enteras
 gozando algarabías.
¿dónde se fue mi niñez?
Dulce etapa de mi vida .
¿Por qué crecer
si yo quiero ser pequeña?
Inocencia dulce
que ya no eres mía.
Juguetes en el suelo,
plazas sombrías.

jueves, 24 de marzo de 2011

Recuerdos (1972)

Los primeros recuerdos que tengo son los que apoyan las fotografías. Me recuerdo en la habitación de mis padres, en alguno de los meses del otoño. El sol que se colaba por las rendijas de la persiana. Veía embelesada las pelusas que mi madre trataba de limpiar, que se le escapaban y quedaban suspendidas en el aire.
Por entonces, (y siempre que tuve conciencia) ya estaba mi hermana. Marcela nació un año y nueve meses después de mí. Pero la gente creía que éramos mellizas aunque diferentes. Yo morocha y regordeta. Ella con el cabello castaño y flaquita.
Si hasta de carácter somos diferentes. Ella siempre alegre y entusiasta. Y yo siempre más rezagada, más tímida. Si. Esa era mi marca: tímida.
Cuando alguien venía de visita a mi casa, notaban la presencia de mi hermana, seguro. Yo estaba en las sombras, miraba sin participar. Supongo que mi objetivo era que nadie notara mi presencia.
Eso se trasladó, incluso, a la escuela. La maestra no me nombraba más que para tomar asistencia.
Pero volvamos a la primera infancia. Espora 872, Punta Alta, Provincia de Buenos Aires. La ropa estaba diseñada por mi mamá y tenía su propio sentido de la estética. Recuerdo un enterito de cuero negro (¡!) cuando tenía tres o cuatro años, con la inscripción: EPA!, en una de las rodillas. Imagino que esa es la explicación a la manera de vestirme en la actualidad.
En mi indumentaria había mucha ropa tejida. Croché y dos agujas. Claro que los modelos eran repetidos. Marcela se vestía igual. Por eso la gente creía que éramos mellizas. Con suerte, a veces cambiaba el color. Las fotos que tengo afirman lo que digo.
Si hasta recuerdo que me enviaban a hacer las comprar del pan  a la panadería de la otra cuadra. Me veo llevando la bolsa de redecilla con el dinero justo para el pan de la jornada. Y hasta recuerdo mi angustia cuando llegué un día y el dinero no estaba en mi mano. Lo había perdido en el camino y nunca supe más de él. También recuerdo a mi madre, recriminándome mi desatención. Tenía cuatro años…