Dicen que a las palabras se las lleva el viento. Puede ser.
Pero hay algunas que se quedan en lo más profundo de tu memoria. Son de esas
que te mueven los cimientos. Después de ellas, tu vida no puede ser igual.
*
Era una tarde de diciembre. Faltaba muy poco para Navidad.
Se conocían desde la escuela primaria aunque no habían sido muy amigos.
Por diferentes actividades en común se reencontraron después
de varios años. Esa tarde, como otras, iban a tomar algo fresco.
La atracción del uno por el otro era evidente. Se vieron en
varias ocasiones, hablaban de diferentes temas y se reían juntos. Y ese día,
él, sin anestesia, dijo:
- Te quiero.
- Yo también.
Y sus vidas cambiaron para siempre.
*
Ella no podía creer lo que vio. Pensaba que era una
pesadilla. Mientras se sentía atontada por los hechos, él repetía:
- ¡Perdonáme! No significó nada. ¡Creéme, por
favor!
Y la miraba con cara de compungido esperando de ella una
palabra o un gesto que lo salvara de la culpa que le mordía el cerebro.
Ella tomó su tiempo, y finalmente dijo:
- Yo te perdono.
Y cuando lo dijo fue de verdad, aunque no sabía que aquella
imagen la acompañaría cada día de su vida.
*
Sus vidas estaban hechas. Cada cual con su familia. Hacía
demasiado tiempo que no sabían nada el uno del otro. Pero cuando se
reencontraron, por pura casualidad, recordaron que, a pesar de su circunstancia
amorosa fallida, habían sido buenos amigos. Y charlaron en un café con la
tranquilidad de conocer al otro perfectamente.
Se contaron lo que habían sido sus vidas. Ella se había
casado con aquel joven que él odiaba. Y él con una chica y ya tenía dos hijos.
Ninguno quería que el tiempo avanzara, que terminara la
charla porque había que decir adiós. Pero
las tazas de café pasaron y cada uno debía volver con los suyos. Ella se
despidió contenta pensando en lo entrañable de esa amistad.
Él se despidió con un beso y diciendo en su oído:
- Nunca dejé de amarte.
*
Ella sentía que las cosas no estaban bien. Pensaba que la
situación económica era la causante.
Se preocupaba por él. Tenía mucho miedo porque lo veía
deprimido. Aunque a la vez era optimista respecto del futuro. Siempre que hubo
problemas pudieron solucionarlos. ¡Hacía veinte años que estaban juntos!
Así que cuando él habló, ella sintió que el piso bajo sus
pies se esfumaba y que el planeta se rompía en pedazos pequeños. Estuvo un
momento sin reaccionar porque nunca se había preparado para esas palabras:
- Ya no puedo vivir más con vos. Me voy. No sé si
alguna vez te amé.
*
Palabras. Las que se dicen livianamente. O se las dice para
que calen en el alma.
Y allí están, soporte de sentimientos que se concretan como
parte de nuestras vidas.
Palabras que cuando se sueltan no tienen vuelta.